lunes, 15 de marzo de 2010

Las cosas que recuerdo, que pasan, que se van y sin embargo permanecen

Es una mujer callada, una mujer sencilla, no le gusta ostentar y tampoco usa grandes adornos, contribuyo desde muy joven a combatir el analfabetismo en México, sobre todo en un pueblo tan castigado, al menos eso pareciera si comparas el avance de otros lugares y un pueblo que ni siquiera tenía escuela.

Lo que se de ella es lo que me han contado, a veces he tenido la oportunidad de entablar largas conversaciones con ella, pero recuerdo pocas cosas, recuerdo las importantes, las comidas enormes en su casa, los cumpleaños, su carácter temple, su sencillez, combinado con una elegancia austera, no grita, no toma, a veces baila y otras tantas hace una broma.

Desde niño camine en su casa, crecí bajo su alba y con sus reglas, no podías hablar a la hora de la comida, era un poco complicado lograrlo, recuerdo los veranos y las olimpiadas, recuerdo verla con su viejo radio rojo escuchando canciones mexicanas, no canta, solo escucha y cuando le hablas a veces no contesta, pero tiene su mirada que te dice que te pone atención.

Los veranos eran largos y calurosos en esta parte del mundo, era una casa enorme llena de árboles de frutas que tal vez nunca me gustaron, pero tuve que aprender a comerlas, había mangos por todas partes, flores y mucha tierra que con un poco de agua se convertía en lodo y con ella castillos y pasteles, las fogatas eran interminables y los regaños a veces solían ocurrir.

En esta casa se cultivaba la lectura para todos, tenía cuentos, muchos cuentos, ilustrados pero llevaban letras, también había tiempo para conjugar los verbos, para hacer cuentas, las tablas de multiplicar y todo lo que había que restar, a medio día la emoción llegaba, podíamos salir todos juntos, mientras ella esperaba, íbamos a buscar la comida, no el hecho de ir a cazarla, pero si a comprarla.

Íbamos por pollo, aunque sabía que yo no comía pollo, caminábamos por un pueblo que comenzaba a civilizarse, el aire no corría y con emoción esperábamos que pasará el camión bimbo para cambiar nuestros empaques por la promoción del momento.

La casa era de tejas con amplios pasillos por donde corría el viento libremente, a veces la lluvia entraba, había que apurarnos a colocar cubetas o lo que encontraramos para combatir el agua incesante que quería ser parte de nosotros mismos, había una televisión que nunca se usaba, aquí era el radio y la imaginación, la presencia de ella, la fortaleza, de repente discutía con la presencia masculina de su casa, que era presente sólo para lo necesario.

No recuerdo haberla visto llorar más que en el entierro de su esposo y uno de sus hijos, su paso es pausado, lento, el tiempo ha pasado sobre ella, pero sigue siendo un voto que importa, todo mundo busca su aprobación constante y nadie quiere recibir sus reproches y peor aún su silencio.

Los años le han llegado y no se si con ellos la paz o la resignación de que las cosas no van a cambiar, a veces pienso que fue esa clase de mujeres que quería más de la vida, pero no lo tomo por no atentar contra lo correcto, es una mujer que lee y lee mucho, aún a su ya entrada edad no deja de leer lo mismo el periódico, que un libro con letras pequeñas, no teme decir lo que piensa, sabe que los años le han dado ese derecho lo mismo culpa al PRI por la desgracia del país, como dice que la vida de los sacerdotes es un asco, es una mujer católica, una mujer de fe, sabe que la fe mueve montañas y han sido muchas las pruebas que Dios ha puesto en su camino.

Desde siempre la he visto igual que hoy, su cabello recogido perfectamente, aunque ahora con el paso de los años suele ya no ser tan perfecto, blanco, de un color blanco como el algodón que se antoja tocar por la suavidad que transmite, aun guarda unos cabellos negros escondidos, el recuerdo que también una vez fue joven.

Joven, era joven cuando tuvo que renunciar a lo que era de ella, su madre murió joven, entonces creo que ese dejo de soledad y de resistencia se debe a que tal vez nunca pudo superar la partida de su madre, dejo una ciudad pequeña para venir a un pueblo que tenía muchas carencias, pero lo hizo por amor, porque era su destino, porque era mujer y era su obligación seguir a su esposo.

Es una mujer conservadora, pero nunca se ha cerrado a la evolución del tiempo, no crítica a la mujer divorciada y a las demás las incita a que si su decisión es la unión libre lo hagan, pregunta y pregunta, todavía limpia su casa, lo mismo agarra una escoba que un par de platos, le gusta servir su comida y decir que es lo que se comerá aquí, finalmente es su casa.

Una casa que se ha transformado, aún mantiene su patio enorme que fue campo de batalla de sus hijos, sus nietos, sus amigos y ahora hasta sus bisnietos, ya casi no hay árboles, porque las construcciones son más grandes, pero el verde sigue, ha llenado la casa de macetas y tiene su rincón de plantas, el verde siempre tan presente en su ropa, en su esperanza, en sus loros, amante de los loros, les toma cariño desde siempre y les dedica tiempo, son su compañía.

Ha vivido una real transformación más allá de la que podríamos vivir todos a esta edad, cuando no nació no votaba, ahora lo hace esperando ver un cambio real, le preocupaba la seguridad de los suyos y hace guardia en los hospitales a veces sin comer, hasta estar segura que los suyos ya están bien.

No le gusta salir de casa y pocas veces recibe visitas, solo familia, siempre ha sido pura familia y creo que así es feliz, trata de mantener unida a algo que tal vez el tiempo y la misma vida quiere desunir, en fechas importantes da un discurso y en los cumpleaños siempre suele acordarse, espera con ansia ese día recibir la visita de los suyos, de sus hijos, de sus nietos, sus bisnietos para poner las mañanitas como lo ha hecho durante toda su vida.

Ahora su casa ya no tiene tejas y el viento ya no corre con tanta libertad, tienen enormes ventanales y donde era jardín se construye otra casa, es terca y obstinada, cuando dice no es no y difícilmente logras hacerla cambiar de opinión, es amante de la marimba, de la música y el sonido que hacen sus loros.

Es celosa de su espacio y sus cosas, desde siempre escribe un diario, diario que todas las noches recibe sus letras, por momentos, por espacios, cuando los termina los rompe, los desaparecer, hubo alguien que una vez se los quiso quitar para hacerlos libros, supongo que se sintió invadida, ofendida, es su espacio, su intimidad, sus pensamientos y sus sentimientos que han permanecido ocultos para la mayoría de nosotros.

¿Es paz o simple resignación?... no lo sé, pero a mí me da paz volver a donde crecí, donde pase tantos veranos, fines de semana e inviernos, donde por las mañanas nos hacía estudiar, nos hacía aprender, dos horas diarias en vacaciones eran dedicadas al estudio, teníamos un cuaderno de estudio que ella misma supervisaba y no quedaba en paz hasta lograr dejar la lección aprendida, era como si en 1990, aún estuviéramos en 1910.

Es dura, es una mujer dura que pocas perdona errores, no olvida, pero si supera, sabe cuando decir las cosas y como hacerlas, cualquiera podría pensar que entrados los años podría ser fácil herirla, pero es mucho más sencillo ser herido por ella, no se deja y se mantiene firme, empuña la mano y levanta la voz si es necesario, pero sobre ella nadie pasa.

Es cariñosa cuando uno llora, se preocupa cuando alguien enferma, le duele observar y darse cuenta que a veces por mucho que lo intentes simplemente no se da, creemos que ignora muchas cosas sobre los demás, pero estoy seguro que nosotros ignoramos más cosas sobre ella.

Es mi abuela, mi maestra de muchas cosas, la guardadora de secretos, la observadora, no es muy cariñosa, es un tanto fría y se mantiene alejada, tiene bien marcado su espacio, pero es firme y cuando dice ahora, sabes que es ahora y que no, siempre será no, pero es mi abuela, la misma que tiene fotos de mi infancia, la que nos acompañó durante tantas cosas, la que inventaba mundos llenos de fantasía para recibir a sus nietos en verano, vio crecer a un poco más de 50 nietos y a todos los ha querido, tiene preferencia por aquellos que se parecen un poco más a su mundo, dice que le recuerdo a mi abuelo, somos pocos en la familia los que nos parecemos a él, pero sigue siendo mi abuela, en su casa, donde corre el viento, donde pega el sol, donde abundan loros, gatos y ahora falta un perro, donde siempre hay algo que hacer y cuando no, dormir se antoja, porque se duerme en paz, donde aún se toma el café con un pedazo de pan remojado en él, donde las comidas llevan tortillas, frijoles y queso y una buena salsa de tomate, donde en la noche recibes una bendición y esa casa donde llegas y eres atendido, porque aún a sus 90 años se levanta y es la que dirige la cocina y revisa que todo este servido, es mi abuela y creo que es cierto que me parezco en lo físico a mi abuelo, pero tengo mucho del silencio de mi abuela, de su mirada inquisitiva, de su callar, de su terquedad y de sus muchas cosas, mi abuela que siempre ha combatido la ignorancia y que habla de Madero, de Villa, de la independencia y de la revolución así como habla de Sabines, de Castellanos y rechaza las novelas televisivas por contribuir a la ignorancia.

Tengo que reconocer que casi no me gusta venir, porque mi vida se para aquí, no hay internet en su casa y tampoco hay mucho que hacer en este pueblo, pero se duerme en paz y como duermo en casa de mi abuela recordando que es este pueblo quien en definitiva ha marcado mi existencia, pero es mi abuela que lo sigue haciendo con su presencia.

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