Cuando terminas con
alguien, sin saber si realmente ha sido definitivo, hay formas de saberlo,
una es, si cuando vuelves a su casa el cepillo de dientes que
solías utilizar ya desapareció, dejo de existir, pues bueno, eso quiere decir
que de cierta forma sabía que no ibas a volver.
Después de un tiempo, lo primero
que hice al entrar fue buscar la pared verde que había pintado para
mí, era un tanto caótico, la pared verde siempre le recordaría
a mí, ni siquiera le gustaba el verde, simplemente la pintó de
verde, porqué un día me preguntó ¿de qué color la pinto?, y yo dije
¡verde!, y me dijo ¡pero no me gusta el verde! Y dos semanas después
la pared era verde, cuando nos separamos pensé, mmm… esa pared dejará de ser
verde, porque el verde siempre le recuerda a mí, pero cuando volví
un día de visita me di cuenta que la pared seguía siendo verde,
y así es como supe, que aunque ya no estemos juntos, siempre, siempre se quería
acordar de mí.
Y si, la pared era verde, pero nosotros ya no seríamos más nosotros, y si nosotros
dijimos siempre juntos, y no, la vida dijo no de esa manera,
y entonces pensamos que quizá podría ser y entonces nos dimos cuenta que lo que no fue no habría de ser.
Entonces callaste y yo
callé, nos abrazamos y al final marchaste y yo también marché, y
luego siempre nos encontrábamos cuando menos lo esperábamos y luego nos abrazamos como quien nunca se quiere soltar, y al final
siempre decíamos hablamos y al final siempre sabíamos que nunca
habríamos de hablar.
Y un día cualquiera nublado, con frío o con sol, nos dimos
cuenta, pero caímos en la cuenta que la distancia no era nada, junto a los años que nos separaban y te vi a lo lejos y me
viste a lo lejos, me sonreíste, te sonreí y por fin nos dijimos adiós.
Pero al final nunca nadie entendió que lo único que nos
quedó fue la tristeza enorme y ese hueco en medio que nos había convertido en
un par de ajenos y si, la pared seguía siendo verde pero yo ya me había convertido en recuerdo.