viernes, 5 de marzo de 2010

Algo pasa... algo sucede...

...sobre Sasha Sokol.

Tiempo amarillo resulta ser sólo una excusa más, pero de esas de las buenas, de esas que se disfrutan en el tráfico, en una tarde lluviosa, en una noche solitaria o con una agradable compañía, Tiempo amarillo funcionó como una especie de reencuentro entre una voz misteriosa y aquellos que en el tiempo hemos encontrado un motor enorme en su persona, por eso escribo, por eso le escribo, por eso te escribo.

Siempre he sostenido que lo bonito de las letras, es que por mucho que sean ajenas, se pueden convertir en propias y creo que algo así pasa con las personas, y espero no me confunda querido lector, no me refiero a la propiedad de las personas, sino a acortar la lejanía y compartir pensamientos.

Mientras escuchó cantar canciones nuevas con un tinte amarillo, también recurro a aquellas de antaño que nos recuerdan los 90’s y que nos dicen ya no te extraño y a la vez dice ve con Dios, pero lo bonito de este viaje que se emprendió hace muchos años cuando nos decía que la vida era mejor cantando es la historia que existe detrás del mito, sin querer robar el nombre a un programa de televisión.

Esa historia que para bien o para mal de su protagonista ha sido un tanto pública, que la mayoría recuerda esos sucesos un tanto obscuros y fuertes, que han templado su carácter y que estoy seguro han permitido poder compartir una lección de vida y somos pocos los que hacemos referencia a esas letras y experiencias compartidas en medio de esa loca promoción que resulta un pretexto excelente para no dejar de hacerlo.

Y es esa misma mujer que se reconoce como humana, como una artista comercial y a la vez una artista de nicho, una artista que ha roto sus esquemas, se ha reinventado y ha hecho enormes pausas en su carrera musical, pero nunca en su vida, esa mujer que no oculta su pasado con las drogas, pero que ahora sostiene y comparte “que naturalito todo sabe mejor” y ahora sigue explorando pero lo hace desde otros medios, ha leído a Michel Onfray y habla de la culpa de la religión judeo cristiana, de la libertad de amar, de su plenitud y logra una gran convocatoria para leer a un escritor jápones.

Esa es mujer que sostiene que no es más fuerte el que nunca cae, sino aquel que cae y se levanta y que se reconoce como una mujer egoísta al hablar de la maternidad, así cómo de esas mariposas que le gusta sentir al hablar de amor y del miedo que le da que una relación dure más de la cuenta, que sabe de su necesidad de reinventarse, ir y venir, su vida ha sido un viaje largo que nos ha permitido conocer a través de su trabajo, desde su suave voz cantando que no le extraña nada hasta interpretar un personaje de la vida que se refleja en el espejo.

Sasha Sokol vive su tiempo amarillo, un tiempo de prosperidad, de positivismo, como ella misma lo ha dicho y yo sigo recordando aquella revista donde aparecía en la portada vestida de verde y que nos describían su meditación, me quedo con sus palabras en Gente, con su visita a picnic, me quedo con su fragilidad que ha usado para crear su fortaleza, con su gesto de tranquilidad, con su misteriosa voz, con su larga caballera, con su medida energía y la elegancia de su total persona, ya lo dijo una vez Carlos Goñi de Revólver “que tiene una voz y una manera de cantar distinta, prodigiosa y que se llama Sasha Sokol”.

Sasha Sokol yo te quiero agradecer por hacerme compañía en esas noches largas, por dibujarme una sonrisa, por la inspiración, la paz y la apertura, por darme la luna de París, por el 11:11, por hacerme leer, alguna vez mientras vivía en el DF me topé con esta mujer, debo decir que sigo impactado por la belleza que irradias, no hablamos, pero me llego tu paz, me quede embelesado con tus piernas largas y supe admirar tu elegancia, por cierto ya sea pretensión o un simple deseo, debo reconocerte que todo aquello que haga que nuestro país lea un poco más debe ser aplaudido y nunca más criticado, dicho esto… que viva el pop.

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