miércoles, 27 de enero de 2010

Para un compañero que se va

Hoy en la mañana al llegar al trabajo fui recibido con una noticia triste, de esas que arden, que laceran, que lastiman, que indignan… de esas cosas que uno se pregunta ¿Por qué? Y que inevitablemente sabremos que no tendremos una respuesta.

Marco tenía 16 años, bueno, ahora sé que tenía 16 años porque lo dice el periódico, para mi Marco era el chavo que limpiaba las ventanas de mi oficina, siempre me pareció una persona amable y siempre supe que no pasaba de los 18 años, educado, trabajador, buena gente, pocas veces hablamos, pero cada mañana me recibía con un saludo, recuerdo haberlo visto rondar por los pasillos de la Secretaría, tengo que reconocer que siempre tuvo una vibra buena, un sentimiento bonito yo me sigo preguntando ¿Por qué?

A ciencia cierta escribo esto como una forma de despedirme, de decirle que lamento no haberme tomado el tiempo para platicar con él, aunque siempre me cayó bien, que recuerdo su trabajo en silencio y su sonrisa de resignación, hoy Marco ya no estás, pero yo te escribo porque estoy seguro que vas a permanecer, en nuestras pláticas, en nuestro miedo de sentir que ya no tenemos seguridad, vas a permanecer en la impotencia, en la frustración, en el coraje que significa que alguien tan joven se marché de forma tan violenta, vas a permanecer en la tristeza, en la soledad, en los corazones desolados que dejas con tu partidas, en las lagrimas de tus amigos, en el llanto de tu familia y en el sentimiento de consternación de tus compañeros de oficina.

Marco… quisiera creer que encontrarás la forma de leer esto y quisiera poder decirte que tu muerte no quedará impune, pero finalmente no habrá castigo que te permita saborear tus sueños, luchas por tus anhelos… Marco ¡Dios te bendiga! Y de todo corazón espero que encuentren la fuerza y resignación para poder superar tan lamentable pérdida… que descanses en paz.

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